viernes, 6 de abril de 2012

La historia de los "Click" de Playmobil




Esta entrada se la dedico especialmente a Hasseo porque sé que compartió, al igual que yo, maravillosos momentos en su infancia con estos diminutos seres de plástico. Para él, y para todos aquellos que no conocíais su historia, os traigo la siguiente información. Es algo extensa, pero cuando la leáis entenderéis que era necesario, y descubriréis muchas cosas que probablemente no habríais imaginado. Espero que os guste.


Al hombre que veis ahí arriba se lo considera el rico más roñoso de la Lista Forbes de millonarios. Cuando hace 60 años presentó un muñequito anodino, de plástico, pocos mostraron entusiasmo. Sin embargo, sus criaturas han conquistado el mercado sin apenas cambios. Como él, que sigue fiel a una extraña forma de dirigir. Él es el padre de los Playmobil.
Son 2300 millones de seres extraños, un tercio de la población mundial, más que chinos, y podrían rodear casi tres veces nuestro planeta con los brazos extendidos. Todos con sonrisa. Sin nariz. Bajitos (7,5 centímetros de altura). Y de plástico. Pero su imperio genera más de 450 millones de euros al año.

Capitaneando a esta multitud, que se vende en 70 países, está un empresario tan peculiar como los muñequitos que lo han hecho de oro. Se llama Horst Brandstätter. Es alemán. Tiene 78 años. A diferencia de los juguetes que fabrica, es raro verlo sonreír.

Y, a pesar de manejar una fortuna, se lo considera el multimillonario más roñoso de la Lista Forbes, en dura competencia con el mandamás de Ikea. En el exclusivo club de golf donde juega cada día en Florida recoge los tees (unos clavos de plástico) que olvidan otros jugadores. Tiene miles. «Soy ahorrador», dice.

Por eso va siempre ojo avizor por el green, rastreando las bolas perdidas entre los árboles. Presume de ser el único socio que siempre ha usado bolas de segunda mano. También tiene miles. En cambio, caprichos, pocos. En una entrevista a la revista Focus confesaba:
«No necesito beber el vino más caro. El mío lo compro por cinco o diez euros. Más no pago. El barco que tenía, Playmobil 2, lo vendí. Solo los gastos fijos y la tripulación me costaban un millón y medio de euros al año. Ya no navego. Ya he montado bastante en barco».


Sé lo que os ronda por la cabeza. ¿Qué demonios le pasa a este hombre? Este hombre ha hecho, de la necesidad, lucrativa virtud. Del ahorro obsesivo, un emporio. Está en su naturaleza. No puede evitarlo. «Soy así», dice. Para comprender a Brandstätter, hay que remontarse al año 1974. La crisis del petróleo había paralizado el mundo, y la empresa Geobra, con sede en Zirndorf (Alemania), que Brandstätter había heredado de su bisabuelo, se iba a pique sin remedio. Geobra se había especializado en la fabricación de juguetes de plástico. Llevaba una década inundando Estados Unidos de hula hoops. Brandstätter había perfeccionado una máquina que permitía fabricar de manera eficiente y barata los aros con los que se contornearon varias generaciones de adolescentes. Pero el precio de la materia prima se disparó un 600 por ciento. Así que Brandstäter ordenó a su equipo de diseñadores que ideasen algún juguetito pequeño, que necesitase poco material. Algo modesto con lo que salir del paso, para al menos no tener que echar la persiana.

El mítico Click de Playmobil, que por sus medidas se ajusta como un guante a la palma de un niño, se le ocurrió a Hans Beck (fallecido en 2009), un empleado taciturno que tenía experiencia fabricando muebles y al que Brandstätter había fichado personalmente, guiándose por una corazonada.

(Hans Beck con su idea hecha realidad)

«Era un tipo silencioso. Yo mismo hago las entrevistas de trabajo. Y normalmente los candidatos hablan por los codos para tratar de impresionarme. Pero este hombre era muy callado. Le hice algunas preguntas y me respondía con monosílabos después de mucho cavilar. Notabas el esfuerzo que hacía. Y me dije: apenas habla, ¡pero piensa! La mayoría de la gente habla sin pensar. Lo contraté sin dudarlo».

Por cierto, Brandstätter tiene a gala seguir haciendo las entrevistas de personal. Hace preguntas extravagantes, relacionadas siempre con el ahorro. Por ejemplo: «Si tuviera usted que viajar a Berlín con su mujer, ¿cómo se desplazaría, en coche o en tren?». Los obliga a que razonen qué es más asequible. Y se guía, como siempre, por la intuición. Así lleva las riendas de una plantilla de 3000 personas, como si fuera un negocio familiar. Con fábricas en Alemania, España, Malta y República Checa. Siempre en Europa. Se niega a ‘deslocalizar’ la producción instalando plantas en Asia, como hace la competencia.

«No alcanzan el nivel de calidad que exijo», se justificó al semanario Focus. Calidad. Es en lo único en lo que no escatima. Aunque en el fondo también hay otra razón. Se siente como un gran patriarca. Conoce a la mayoría de sus trabajadores. Y aunque sus gestores le aconsejen aligerar gastos de plantilla y prejubilar a algunos ‘dinosaurios’, se niega en redondo. No utiliza el teléfono móvil porque lo considera un gasto excesivo (y eso que contrató una tarifa plana de 250 dólares que cubría llamadas interoceánicas, pues reside la mitad del año en Florida con su mujer y sus dos perros). Pero lo dio de baja y se apaña con un viejo fax.

Paradójicamente, es alérgico a despedir. Valora tanto el capital humano que se niega a recortar ahí, pese a que reconoce que sería lo fácil. «Yo he depositado mi confianza en ellos, y ellos en mí». También es un poco por egoísmo, reconoce. «Yo tampoco me pienso jubilar. Seguiré al pie del cañón mientras pueda. Dicen que un viejo detrás del mostrador es un obstáculo. Pero que le pregunten a mi gerente si es cierto o no». Su hijo espera en balde que papá Brandstätter le pase las riendas de la empresa. «Es demasiado cabezota y quiere hacer las cosas a su modo. En cuanto pudiese, cambiaría la forma de dirigir, así que he decidido crear una fundación para mantener nuestra filosofía».


¿Cuál es esa filosofía?
«Nada de horror, nada de violencia, nada de tendencias que pasan de moda».
Los Playmobil son un juguete con afán de perdurar. Pensados para niños de seis a doce años, los adultos los coleccionan, han entrado en los museos, han propiciado debates políticos y filosóficos, tesis doctorales y documentales que tratan de resolver la clave de su éxito.

«Los presentamos en la feria de Núremberg de 1974 y no impresionaron a nadie», recuerda Brandstätter. Los primeros modelos todavía tenían nariz, eliminada posteriormente. «En realidad no la necesitaban». Y las manos no rotaban. Por lo demás, eran casi idénticos a los actuales. Un muñeco de lo más minimalista, incluso anodino. 
«Pero no hay que fijarse en el juguete. Lo importante es lo que ocurre en la mente del niño. El niño los ve y puede imaginarse historias con ellos, puede montarse una película dentro de su cabeza. Ese es el secreto».
Policías, bomberos, enfermeras, indios, vaqueros, piratas... En el catálogo existen más de 300 referencias, desde las que recrean la vida cotidiana a los personajes de aventura, desde el Egipto de los faraones a los caballeros medievales. «Son roles, en definitiva. No tienen una identidad», explica el sociólogo Christian Haug. «De este modo, Playmobil se hizo un hueco en un mercado que suele ser bastante rígido: Barbie para las niñas, Lego para los niños... Los Click permiten a los niños jugar con unos muñequitos sin connotación sexual. Y viceversa, las niñas pueden aventurarse fuera de la casa de muñecas». Por otra parte, «son personajes `sin personaje´, el personaje lo inventa el niño», a diferencia de los juguetes inspirados en las creaciones de Disney o en las series de televisión. De hecho, Brandstätter siempre se ha negado a comprar la patente de algún personaje de moda e inundar el mercado con él. «Lo efímero no va con nosotros».

(mi sueño hecho Playmobil)

Esa voluntad de permanencia es consustancial a su carácter, pero Brandstätter no se fía. Ya estuvo a punto de caérsele el tinglado cuando se le acabó el chollo de los hula hoops, así que siempre anda explorando nuevos negocios. «Muchos piensan que siempre existirán los Playmobil. Yo no lo veo tan claro. ¿Quién puede asegurar que algo puede durar eternamente?». Inventó unas macetas con un innovador sistema de riego que se exportan a 50 países y le reportan 40 millones de euros anuales. «Es necesario diversificar, siempre creando cosas nuevas. Sin copiar a nadie. Es una cuestión de honor». Pero huye de romanticismos.

Pragmático y muy alemán, confiesa que fabricar juguetes o tornillos viene a ser lo mismo. Un problema de coste y efectividad. Geobra tarda una media de tres años en sacar a la venta un nuevo Playmobil y los complementos que conlleva, sea el garaje de los mecánicos, la pirámide de los faraones o el barco de los piratas. «Algunos tienen éxito y otros, no. Los albañiles se venden muy bien en Europa, pero en China no porque es una profesión que tiene muy mala fama». 

¿En quién se inspira?
«En las cartas que recibimos de los niños. Las leemos todas. Nos dan sugerencias, nos proponen personajes, nos dicen cómo mejorar algo, nos mandan dibujos y bocetos, nos dicen qué echan de menos…».

A veces, los intereses infantiles chocan con la filosofía corporativa. Por ejemplo, los primeros policías y sheriffs de Playmobil no llevaban pistola. El mundo idealizado de los juegos no debería ser violento, pero recibieron miles de cartas de niños frustrados porque no podían detener a los malos. Al final, Brandstätter dio su brazo a torcer. Al fin y al cabo, el cliente siempre tiene razón.




OTRA INFORMACIÓN DE INTERÉS

Famobil fue la marca de la compañía juguetera Famosa que bajo licencia de la alemana Playmobil (Geobra-Brandstätter) fabricó y distribuyó sus productos en España y Portugal durante la década de los 70 y 80. A partir de entonces, Playmobil tomó el relevo. Famosa bautizó sus productos con el nombre de «click» para los muñecos varones y «clack» para las hembras, aunque este último nunca fue muy popular. Para diferenciar un "click" de Famobil (F) de uno de Playmobil (B), basta con mirar la planta de su pié izquierdo. Los productos de Famobil son muy apreciados por los coleccionistas, ya que solo se vendieron en España y Portugal.



Os dejo con el anuncio del barco pirata, ¡qué nostalgia!. Y no lo he podido encontrar entero T_T Pero todos recordaréis esa cancioncita XD


"Esto no es un barco cualquiera.... ¡¡cualquiera!! es el barco pirata mas temido de esta era; surca los mares en busca del tesoro... ¡¡pero no lo consigue!! la goleta lo persigue"
¿Tú qué eres? ¿Pirata o marinero? :P

6 comentarios:

  1. No lo sabía pero me cae bien el tío jejeje gracias por la curiosidad :P

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  2. No tenia ni idea del mundo que hay detrás de las cajitas azules con letras blancas.

    Siempre he querido la granja de Playmobil, esa granja que nunca ha llegado a mis manos porque era un juego de niños... qué mas da? era lo que necesitaba para ser feliz, despues normal que me pasara horas jugando con mi primo y montando yo sola la granja ¬¬ disfrutaba con ello ^^

    En parte entiendo a este hombre, es cierto que es un rata, sí, pero si no ve la necesidad de gastar en exceso teniendo tambien lo que necesita... tiene dinero, esta podrido, pero sabe como ahorrar, lo que dice mucho de él tambien. Normalmente la gente que esta podrida de dinero piensa en qué gastarlo, trajes y joyas que se van a poner una vez en la vida para luego no volverselo a poner porque esta desfasado (vease Blair en Gossip Girl xD), en cambio este hombre va a por lo practico (tampoco sin pasarse) en parte lo entiendo ^^

    Buen post neni :D


    <3

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    1. La verdad es que no es lo más normal ver a alguien con tanta pasta ahorrar tanto, pero sienta bien saber que no todo la gente adinera despilfarra porque sí :D

      Pues la granja no la tuve, pero el Zoo sí *o*

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  3. Buenas

    Mi infancia. Más claro agua. MI INFANCIA. Esto si que eran juguetes.Gracias por el post Miku.

    Un saludo,

    Hasseo.

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    1. Y también mi infancia, Hass. Madre mía, cuántas horas les echamos!!

      Me pareció que te resultaría interesante saber sobre el hombre que decidió fabricarlos, ya que es un personaje peculiar :3

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